Oswaldo Carpio.-
Diálogo viene del Latín dialogus que significa discurso racional. Platón lo
usó como equivalente a dialéctica, es decir, para oponer dos discursos
racionales con el fin de llegar a la verdad. Diálogo es la expresión de, por lo
menos, dos discursos racionales. No es que uno hable y el otro solamente
escuche sino que los que dialogan puedan expresarse y, también, escucharse. Lo
contrario al diálogo es el monólogo: quiero que me escuchen pero no quiero
escuchar. La manifestación extrema del no diálogo es el solipsismo, solo yo
existo, o solo existe lo que está en mi mente, y por ende, los que está en la
mente de los demás no me interesa. Los otros, deben escucharme. A ese extremo
han llegado los dirigentes intolerantes de Cajamarca. Técnicamente, para que
exista diálogo, tiene que haber dos personas una de las cuales emite un mensaje
y es escuchada; luego de emitirlo, escucha al otro. En esa dialéctica del ida y
vuelta, el de escuchar y ser escuchados, de emitir un mensaje y escuchar el
mensaje del otro, es que se produce el diálogo. Emitir un mensaje para que lo
escuchen y no escuchar no es dialogar. Se requiere un diálogo técnico que no se
quede en la simple “opinión” que desde el punto de vista filosófico es la
“doxa” concepto creado por Parménides para distinguir entre el conocimiento que
se queda en la apariencia o en lo fenoménico o en las manifestaciones de una
cosa; vale decir, en la superficie del fenómeno y que no va hacia el
fondo. El diálogo basado en simples opiniones debe ser superado con el
diálogo técnico, construido sobre investigaciones científicas y técnicas, de
tal manera que el diálogo sale de la superficie de las ideologías -las
ideologías no son ciencia- para trasladarse al mundo de la razón, de la
técnica, de los datos claros, de los indicadores.
En Cajamarca la palabra diálogo ha sido desprestigiada. Diálogo es
entendido como sinónimo de traición, transacción, conciliación, engaño. En el
lenguaje ideológico de Patria Roja, MRTA-Venceremos- Patria Libre, MOVADEF y
otros grupos intolerantes, no se puede dialogar con el que no piensa igual a
ti. Esta cerrazón totalitaria, antidemocrática, expresa una profunda debilidad
política, técnica y moral. El que tiene fundamentos, razones, conocimientos
técnicos no teme dialogar. El débil no dialoga porque sabe de la inconsistencia
de sus propuestas. Cuando cualquiera de los cuatro dirigentes de Cajamarca,
Gregorio Santos (Patria Roja), Idelso Sánchez (Patria Roja), Marco Arana
(Tierra y Libertad) y Wilfredo Saavedra (MRTA-Venceremos) ha insinuado la
posibilidad de dar un paso a favor de diálogo ha sido desautorizado o se ha
puesto en el límite de ser acusado de traición. Cuando Gregorio Santos envió
una carta al presidente de la República Ollanta Humala, Saavedra insinuó
la posibilidad de una traición e hizo retroceder a Santos. En este esquema
intolerante, en donde diálogo es una mala palabra, las posibilidades de
solución de un conflicto son casi nulas. Cada uno de los cuatro antimineros de
Cajamarca chantajea al otro, de tal forma que el más extremista, el menos
dialogante, es el que lleva la voz cantante. En ese contexto el inicio de una
Mesa de Escucha con los facilitadores de la Iglesia Católica Miguel Cabrejos y
Gastón Garatea, es un resquicio de apertura democrática en un grupo que rechaza
la idea de diálogo por la de “escucha” o el de “ser escuchados”. Los dos
sacerdotes católicos luego de haber escuchado en Cajamarca se reunieron con
Ollanta Humala y estarán de regreso el miércoles 16 en Cajamarca, con la
propuesta del Poder Ejecutivo con el fin de iniciar un verdadero diálogo. Los
que amamos el Perú y queremos que se fortalezca el sistema democrático, estamos
por el diálogo. En los días en los que se realizaba la Mesa de Escucha en
Cajamarca, se estaba concluyendo en Moquegua un acuerdo a favor de la inversión
de la empresa Anglo American en ese departamento del sur del Perú, por una suma
de 3,300 millones de dólares para explotar la mina de cobre de Quellaveco que
producirá 400 mil toneladas de cobre durante 28 años. Fruto del diálogo –no de
la escucha-- se ha acordado un fondo de mil millones de soles para inversión
social, al margen del pago de tributos al Estado que beneficiará a Moquegua y a
todo el país.
El acuerdo con la empresa Quellaveco en Moquegua es, de alguna manera,
expresión de la política que el Gobierno ha definido como una nueva política
con la minería en la que se busca un mayor compromiso técnico, social y medio
ambiental. En Moquegua se ha derrotado los esquemas ideológicos. El diálogo ha
permitido entender que se puede explotar el cobre preservando el agua. Se ha
roto la dicotomía, el antagonismo, la oposición simplista de agua o cobre o
primero el agua y después el cobre por la idea de que es posible el agua y
cobre. La ciencia, la técnica y la buena voluntad hacen posible que agua y
cobre convivan por el bien de todos. Eso es la modernidad. Las dicotomías
metafísicas son pre modernas, nos conducen a la sociedad de la naturaleza, al
atraso, al Medioevo. ¿Qué ocurriría si se usara el mismo concepto en Cajamarca?
Agua y oro. No la oposición entre agua y oro, sino lo que se ha hecho en
Moquegua: agua y cobre. En Cajamarca sería: agua y oro. Porque el conocimiento
técnico -al margen de discusiones ideológicas y politiqueras- permite hoy que
se exploten los recursos mineros respetando el medio ambiente o mitigando,
disminuyendo al mínimo el daño ambiental. Un ejemplo es el de los sistemas de
transporte en el mundo, que nadie se atreve a anularlos pese a que producen
daño al medio ambiente, pero que con la investigación científica y técnica el
daño es cada vez menor, resultado de las investigaciones, de las regulaciones,
del papel del Estado y del control de la sociedad civil. A nadie se le ocurre
decir: NO al transporte, el transporte no va. ¿Cuál era la diferencia esencial
con Cajamarca para llegar a este acuerdo que beneficia al país? La voluntad de
dialogar. El diálogo implica una voluntad de llegar a acuerdos, una voluntad de
expresar una opinión y la voluntad de escuchar al otro, porque el otro, aquel
con el que se dialoga tiene algo que decir. Eso es tolerancia, actitud
democrática, respeto al otro. Hubo diálogo en Quellaveco y a través de él se
llegó a un acuerdo con Anglo American. ¿Quién encabezó la Mesa de Diálogo? El
Presidente del Gobierno Regional de Moquegua que incorporó a todos a la Mesa de
Diálogo, un diálogo alturado, en que se respetó a todos porque “cada voz que se
alzaba tenía el mismo valor para todos”. La primera diferencia con Cajamarca es
que Moquegua tiene un Presidente Regional con vocación de diálogo --escuchó y
expresó puntos de vista-- y no se inspiró en una ideología que rechaza el
diálogo sino en una propuesta política-técnica en la que no se rechaza a nadie,
a diferencia de Cajamarca en la que el NO es la palabra que antecede a cualquier
otra. ¿Qué hubiese ocurrido en Moquegua si la posición del Presidente Regional
fuese la de NO a Quellaveco o Quellaveco No va? ¿Se sentaría a dialogar? Tal
vez hubiese convocado a Anglo American para que la empresa lo escuche decir: NO
queremos la explotación de Quellaveco.
El diálogo en Moquegua se ha producido luego de varios años de intentos de
que fructificaron con el presidente Regional de Moquegua que convocó a Anglo
American, a empresarios, agricultores, juntas de regantes, colegios
profesionales, ciudadanos de diversas organizaciones representativas. A todos.
Después de 14 meses de diálogo y durante 20 sesiones se llegó a acuerdos que
beneficiarán a Moquegua y al país. La Mesa de Diálogo como ocurre en todo el
país --menos en Cajamarca-- formó Comisiones o Mesas especializadas que
trataron los temas del agua, medio ambiente, responsabilidad social, el
desarrollo del proyecto, el cierre de la mina, el aporte a la comunidad, entre
otros asuntos. Instalada en marzo del año pasado, se ha llegado a un acuerdo
final en el mes de julio, que beneficia a todos. El diálogo en Moquegua
demuestra que es posible la minería en el país para avanzar hacia el
desarrollo. La intolerancia, el pensamiento dicotómico –Conga No va, agua
sí oro no, no a la minería, etc.- no es el mejor camino para el entendimiento
entre peruanos. Demuestra, también, que se requiere un conocimiento técnico que
permita superar prejuicios, preconceptos que no nos ayudan a lograr la
convivencia de la minera con la agricultura y la ganadería. Moquegua es
una de las regiones del país que cuenta con altos índices de desarrollo según
informe de CENTRUM, publicado en la revista STRATEGIA número 26 del mes de
julio de este año. Con resultados de estudios realizados el 2011, Moquegua se
ubica, en desarrollo de capital humano, en tercer lugar luego de Lima y
Arequipa, mientras que Cajamarca se encuentra en el último lugar. En
infraestructura Moquegua se encuentra en sétimo lugar mientras que Cajamarca se
encuentra en el lugar 19 entre 25 regiones. En calidad de Gobierno, Moquegua se
encuentra en segundo lugar, después de Lima y Cajamarca se encuentra en último
lugar. Sumando todos los índices de desarrollo, Moquegua se encuentra en sétimo
lugar, mientras Cajamarca se encuentra en el puesto 24, sólo antes de Huancavelica.
Si Cajamarca quiere avanzar, debe mejorar la calidad de sus gobiernos
regionales, dialogar, concertar, planificar, invertir, atraer la inversión
privada y ser aliado de ella, empezar a usar los ingresos con criterio
racional.
El camino desarrollo en el Perú y en todo el mundo es el de la concertación
y la regulación de la inversión extranjera y la nacional. No es el rechazo. Los
antimineros, por ello, están en la edad de piedra, conduciendo a los pueblos al
subdesarrollo, a la pobreza y a la derrota. Dialogar es pactar, llegar a
acuerdos por el bien de todos. Diálogo es una buena palabra. Moquegua lo
demuestra.
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