Etimológicamente significa “afortunada”. Viene de
la lengua latina.
No son actos heroicos sino sencillos y modestos. Era una mártir de Cesarea de Palestina bajo el imperio de Diocleciano.
Aunque murió allá, su cuerpo se lo trajeron a Nápoles. En la segunda mitad del
siglo VIII, el obispo de Nápoles Esteban II puso su culto en el monasterio de
san Gaudioso. Un documento del año
986 recuerda que la iglesia de Fortunata fue destruida y volvió a reconstruirse
junto al lago Patria. Desde luego
el culto que se le tributa en la zona es muy fervoroso y muy abundante.
Lo que importa, aparte de los hechos históricos
o no, es que existe devoción a esta santa, no solamente en Nápoles sino también
en Palermo. Y una devoción no
sigue, después de tantos siglos, por un fanatismo ciego e irracional.
La gente no es tonta. Puede que haya dudas
acerca del modo cómo la trajeron desde Palestina hasta el puerto de Nápoles.
Lo cierto y lo seguro es que no se puede
inventar una devoción a una santa o santo. Tiene que haber motivos
profundamente religiosos para que el pueblo fiel y sencillo comience a venerar
sus reliquias y que, mediante las oraciones de petición, se hayan obrado milagros
en su nombre. Es también la
patrona de Baucina. Según algunos estudiosos, con ella llegaron también tres
mártires: Carponio, Evaristo y Prisciano.
RELIQUIAS DE SANTA FORTUNATA EN PERÚ
Santa Fortunata, virgen y mártir, nació entre los
años 281 a 287 de nuestra era; las continuas persecuciones que sufrieron los
cristianos por el Emperador Diocesano, en la llamada "Era de los
Mártires", le tocó a Fortunata, al igual que muchos por su fe en Cristo,
ser degollada un 14 de Octubre, entre los años 298 a 304 cuando sólo contaba
con 17 años de edad, y cuyos restos se veneran con mucha fe en el altar de la
Catedral de Moquegua, al sur del Perú. Trasladado su cadáver al Cementerio de Calepodio en Roma, sus restos
fueron exhumados quince siglos más tarde con autorización papal, y don Jaime
Severine Canónigo de la Iglesia San Marco de Roma, custodio de las sagradas
reliquias, donó el cuerpo de Santa Fortunata al Padre Fray Tadeo Ocampo,
Comisario del Colegio de Propaganda FIDE de Moquegua, que se encontraba de visita
en Roma a principios de 1796. Con los restos de la Santa se le dio también a
Ocampo, un vaso con su sangre reseca por los siglos y las letras en originales
en latín o sea la credencial de la autenticidad de Santa Fortunata. Con los
sagrados restos, 23 religiosos y cuatro legos para su colegio de Moquegua,
partió Ocampo del puerto español de Cádiz el 18 de octubre de 1796 en la nave
mercante “Nuestra Señora de la Soledad”. Llega
a la ciudad de Moquegua después de dos años, luego de una travesia bastantes
dificultosa (Río de Janeiro, Sao Pablo, Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Salta,
Arica, Ilo y Moquegua), la entrada a la ciudad la realizaron por el “Portillo”
en donde se levanto un arco de flores, alfombrándose además la calle principal
para el paso de la Santa que, conducía en hombros por la matronas de Moquegua,
fue seguida de una lluvia de flores y del místico recogimiento por el clero,
congregaciones religiosas y toda la feligresía que se congregó e la entrada de
la ciudad. Los restos fueron recibidos por Lorenzo Vizcarra moqueguano que hizo
como párroco de la ciudad y también a nombre del Obispo de la Diócesis de
Arequipa. Mons. Chávez de la Rosa, fue trasladado luego a la Iglesia de San
Francisco, en donde durante ocho días fue objeto de cultos especiales por parte
del pueblo. En una Urna, con pintura de Pan de Oro, se encuentra
el sagrado cuerpo artísticamente retocado con una capa de yeso, en la cual
muchos estudiosos han acreditado la autenticidad del cuerpo de la Santa. Santa Fortunata es la virgen y mártir, único caso en el mundo, cuyo
cuerpo presente ubicado en una urna se le venera con gran fe y devoción y es
sacada en procesión desde 1798 cada 14 de octubre . (La fiesta en Moquegua se
inicia en el mes de Octubre, entre los días 12 y 14).
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